Rebeldes del sistema educativo
Jamás voy a olvidar la canción que mandaba a cagar a Sarmiento. Cuarto grado, una amiga mía se la cantaba a la maestra por lo menos tres veces a la semana. Ella ni se inmutaba; quizá algunos días mostraba más cara de disgusto, pero había otros donde desde lejos se le vislumbraba la mueca de una sonrisa. Esos días sentía que -al menos un poco- el poder de las autoridades se quebraba, desaparecía. Una sensación nueva crecía en mí, de alguna manera extraña confrontaba el orden establecido. ¿Estaba bien lo que decía mi amiga? No lo sé, mejor dicho no lo sabía, ahora sí lo tengo claro. Se que uno de chicx cumple con las normas al pie de la letra. Recuerdo que en ese momento las únicas libertades de expresión que me atrevía a tomar eran para imaginar o soñar, nunca para manifestar lo que pensaba sobre lo demás. ¿No está mal eso? ¿Les parece bien que a lxs chicxs de hoy les sigan enseñando a cumplir ciertas normas absurdas? Que aprendan a controlarse, a ser calladxs, a escuchar a los adu